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»Cuando llegue ese día,
el rey y los gobernantes
se asustarán y temblarán de miedo
y también los sacerdotes y los profetas.
Les juro que así será».

10 Yo, Jeremías, dije:

«Poderoso Dios de Israel,
¿por qué has engañado
a los que viven en Jerusalén?
¿Por qué les prometiste
que vivirían en paz,
cuando en realidad viven
en constante peligro de muerte?»

11 Y Dios contestó:

«Cuando llegue el día del castigo,
se le dirá a este pueblo de Jerusalén:
“Desde los áridos cerros del desierto
sopla un viento muy caluroso,
y se dirige a Jerusalén,
la capital de nuestro pueblo”.
No se tratará de la suave brisa
que limpia de paja el trigo;

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